miércoles, 23 de septiembre de 2009

KARLOS VIUDA, CRITICO Y HEDONISTA.DESEO Y MUERTE, LOS MOTORES DE SU VIDA.Cristina Pastrana.


“Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar es empezar a morir”
Gregorio Marañón.
“Puede decirse del erotismo que es la provocación de la vida hasta la muerte”.
Bataille.


Con estas dos frases nos adentramos en el trabajo de un artista: Karlos Viuda, un hombre nihilista, escéptico, que afirma que no hay nada permanente, que todo cambia continuamente y que todo varía en relación con el sujeto. Su nihilismo moral nos recuerda a Nietzxche y su obra La voluntad de poder. El nihilismo de los espíritus fuertes pone punto final al defendido por la Europa cristiana que negaba los valores superiores de la fuerza, la espontaneidad, la superhombría, en beneficio de otros supuestos, tales como los de la equidad, la humildad, el historicismo…De igual manera, el artista pone en entredicho el valor de las normas establecidas como verdades incuestionables y reniega de esa actitud bastante común en nuestra sociedad de aceptar la vida tal y como viene porque “es así”. La banalidad, la sumisión, así como la renuncia al deseo en favor de las necesidades institucionalizadas o la obediencia no cuestionada nos empobrecen. “El pequeño hombrecito no sabe que es pequeño y tiene miedo de saberlo. Cubre su pequeñez y debilidad con fantasías de fuerza y grandeza- la fuerza y la grandeza de otros hombres-. Está orgulloso de sus grandes generales, pero no de sí mismo. Admira las ideas que no tuvo y no las que sí pensó. Cree mucho más en las cosas que no comprende, y no cree en la veracidad de las ideas que entiende más fácilmente”. Karlos Viuda cree en el hombre como un ser capaz de reflexionar y dirigir su vida sin la necesidad de que otros piensen y decidan por él.
La vida es una deuda contraída al nacer, diría Schopenhauer, que considera que toda existencia es un reflejo de ese impulso irracional e incesante de la voluntad. Toda la vida está plagada de sufrimientos y constituye una lucha que oscila entre el dolor y el deseo, la carencia y la necesidad. Muerte y deseo son los bastiones que dirigen el alma del artista, los motores de su vida. La voluntad del trabajo diario, así como la búsqueda incesante de algo nuevo y desconocido lo que le crea esa insatisfacción continua y al propio tiempo esa ansiedad en el momento de crear. Reconoce que el romper para crear come tiempo y dinero, pero sabe que es necesario si no quiers convertirte en un ser mediocre.
“Para mí todo gira alrededor del deseo y la muerte…esto es lo que me hace avanzar, buscar, experimentar, investigar. Son los dos motores de mi avión”
Desear es un constante en el ser humano. El deseo es ese motor que nos moviliza, nos dirige, nos coloca en situación de búsqueda. Llamamos deseo, según Locke, a ese malestar que provoca en el ser humano la experiencia de la ausencia, la carencia de algo cuya posesión actual se representa como un deleite, una satisfacción. El deseo constituye una invitación a salir de nosotros mismos para ponernos en contacto con lo ajeno y por tanto con nuestro límite y nuestra posibilidad de ser. El deseo nos arroja al mundo, nos expone a la angustia y a la esperanza. La angustia surge ante la posibilidad del fracaso. Entre lo que deseamos y la realización de lo mismo, existe una distancia que a veces resulta insalvable. Nada se colma plenamente. Ningún logro parece suficiente. Ningún éxito es completo. Ni mil besos sacian la necesidad de besar, porque la saciedad es fugaz y temporal y… nunca se da por cumplida. Son los artistas los que mejor dan fe de este fracaso, los que una y otra vez vuelven a crear sobre las mismas obsesiones. Siempre existe algo que no han podido plasmar en su obra.
“El erotismo es la provocación de la vida hasta la muerte”. Y es que la muerte y el deseo erótico nos desnudan, nos conducen de vuelta a la verdad. Erotismo, suerte, trasgresión y muerte constituyen un tablero de ajedrez en el que el ser humano permuta la cotidianidad por la continuidad en el universo. Debido a que somos humanos y vivimos con la perspectiva de la muerte bajo el brazo, es comprensible que nos refugiemos en la violencia desesperada del erotismo. Karlos Viuda es un provocador. Sus dibujos constituyen una provocación. Desvirga los principios inamovibles sobre los que se asienta el discurso del poder, el mismo discurso que delimita el campo de la moral y vulnera la capacidad de decisión del individuo.
Diestro en los secretos de la ilustración, el grabado, dibujo, diseño gráfico, nos muestra una pintura caracterizada por el hedonismo. Definida por el autor como vertiente experimental, pretende aunar lo industrial con lo orgánico, lo técnico con lo natural, lo racional con lo visceral, lo geométrico minimal con la mancha expresionista…Lo que prima es la estética, sin más fines. Su obra se basa en series de cuadros ligados entre sí por un hilo conductor. Exigente consigo mismo, selecciona minuciosamente su obra antes de cada exposición, eliminando aquellos fetos muertos que pueden paralizar el movimiento del conjunto de la misma. Observamos no una línea definida, pero sí un desgaste por el paso del tiempo, un gusto por lo roto, por la herrumbre.
“En el arte no es importante ser lógico, sino onírico”- nos dice el pintor. “No me interesa llegar con el concepto, sino con la estética” Piensa que el arte conceptual está desprestigiado. Según él, debe imperar el dominio técnico y el dominio conceptual, la frescura y la cabeza, la técnica y el corazón. Intuimos una influencia de los pintores del siglo XX en este sentido, macerada con gran sutiliza y sensibilidad.
“Somos trozos de los demás”, nos dice, con humildad, el pintor, que reconoce esa dicotomía en su personalidad y en su obra: el gusto por la estética en su pintura y el afán crítico reflejado en sus dibujos, los cuales le sirven a exorcizar sus sentimientos y mostrarlos como deposiciones artísticas, después de haberlos digerido a través de su mundo interior.
El hombre se vive a sí mismo y a los demás como cosas, como artículos de consumo. Siente la energía vital como un capital que debe ser invertido para que de ganancias y si las obtiene, triunfa. La evolución en la obra de Karlos Viuda se basa en crear y destruir. Existen varia facetas y muchos caminos. La única limitación es la cabeza del autor y el tiempo. Muchas veces tenemos un estereotipo de nosotros mismos que nos impide crecer y descubrir otros mundos. El conformismo nos limita. Se necesita de alguien que nos empuje a la piscina. Una vez con el agua al cuello, acuciados por el instinto de supervivencia, quizás luchemos por salir a flote.
Combatimos la desigualdad. La igualdad es la condición por la que nadie debe ser tratado como un medio, sino como un fin en sí mismo, independientemente de la raza, sexo, edad. Pero, desgraciadamente, el término se ha permutado por el de uniformidad. No nos atrevemos a ser diferentes porque tememos el rechazo ajeno. Tememos que nos señalen si nos reconocemos distintos y por consiguiente, evitamos mostrarnos como somos. El concepto humanista se ha visto deformado por nuestra cultura, para aludir al aspecto más inhumano y degradante: la uniformidad y por consiguiente la pérdida de la individualidad. Aún existen hombres que, como Karlos Viuda, luchan por rescatarla, por no ser parte de la masa, por ser selectivos con las personas que les rodean, por dar lo mejor de sí cada día y en cada momento, por asumir un compromiso diferente cada mañana con la vida, por no estancarse y amoldarse a lo convencional y conocido. “ Pobres son los que tienen la puerta cerrada”.
Las pasiones limitan tu capacidad de decisión. La gente fracasa en la vida al no ser consciente de ese momento en el que todavía es libre para actuar de acuerdo con la razón, pero no tiene conciencia de la elección, sino cuando es demasiado tarde para tomar una decisión. Nuestra existencia se ve condicionada y nos sentimos incapaces de dar marcha atrás. Karlos Viuda es un pintor que, como la vida, se abre camino. Equilibrado y racional, sabe que el arte es un oficio que hay que construir día a día. Sabe que las decisiones tienen un precio y que está en esto porque ha nacido para dibujar. Toda su existencia, como un diario, se refleja en sus dibujos. Necesita la calle y la soledad, la comunicación y el aislamiento, la estética y la crítica, pero sobre todo, necesita ser libre. Todo está en tela de juicio. No hay dogmas ni verdades establecidas, sino imposiciones interesadas por la sociedad para que ésta funcione como está previsto. Es un desobediente que se asoma a nuestras ventanas para recordarnos que aún no estamos muertos aunque actuemos como tal. Karlos Viuda es el artista que disecciona, lápiz en mano, la naturaleza humana, mostrando su crueldad, su egoísmo, la vanidad, la vulnerabilidad de sus principios, su hipocresía, su beneplácito con la violencia, la envidia, sus trasgresiones y sus derrotas. Aliña sus dibujos con sarcasmo, ironía y sutileza, evidenciando el poder del deseo.
El deseo nos pone en la posibilidad de ser en lugar de la esperanza. El deseo es el lugar del hombre, de su constitución, de su elección como ser libre. Las necesidades constituyen el rol social y las instituciones pretenden confundirnos identificando lo uno con lo otro para sus propios intereses.
La historia de la Humanidad es la forma en que ha logrado plasmar la tensión entre su deseo y sus necesidades. Tal vez el deseo sea el lugar idóneo desde el cual pensar y medir lo dado, lo institucionalizado, lo establecido, lo ético, de manera que sea evaluado como positivo en tanto permita el crecimiento del individuo y su libertad de ser.

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