lunes, 21 de enero de 2013

GESTOS COAGULADOS

Gestos coagulados
Javier Hernando Carrasco (El Mundo - La Crónica de León 17-10-2004)
El título de la muestra: ‘Orden natural’, no deja lugar a dudas sobre el sentido de la misma. Su contemplación lo confirma, pues la presencia de determinadas formas, o mejor, de determinados signos que se hallan presentes en la mayor parte de las obras: por ejemplo, los círculos expandidos, remiten con certeza hacia el mundo natural. La presencia de dicho signo no es nueva en el trabajo de Karlos Viuda; de hecho en su anterior muestra individual ya se hallaba presente una estructura sistemáticamente geométrica, una trama que horadaba la totalidad de la superficie y que alojaba una pequeña chapa vertical en cada uno de los huecos. Pues bien, aquel orden geométrico se ha prolongado hasta la actualidad –también aquí hay alguna pieza que opera con la misma estrategia compositiva- aunque también ha derivado hacia aquel otro menos sistemático, como si las imágenes se hubiesen desembarazado de la lógica de la geometría favor de un tratamiento más libre de las formas.
En algunas obras los círculos se han convertido en formas próximas a las celulares, intensificando de este modo la instauración de un universo orgánico, o sea de un orden natural. Pero lo más significativo de esta producción reciente de Karlos Viuda es el cambio substancial en el tratamiento de la materia, ya que por una parte la condición pictórica tiende claramente hacia el objeto tridimensional, aún cuando la lectura siga siendo plana. Estas composiciones están formadas por la superposición nítida de dos o más planchas; un material pulcro que en su ensamblaje reafirma su tridimensionalidad. Y por otro lado hay un tratamiento riguroso, casi diría frío, que sintoniza con el de la escultura potminimalista. Incluso en esas obras centradas en la presencia de una barra semioculta bajo el papel vegetal que la antecede, la referencia postminimalista es obvia –pienso en algunas obras de Fernando Sinaga-. De manera que estas construcciones orgánicas parecen ubicarse en espacios descontextualizados, como si el artista hubiese tomado una muestra epidérmica de determinados elementos que con posterioridad ha tratado formalmente, convirtiéndolos a la postre en fragmentos  de materia estetizada. Hay un notable giro en sus maneras al sustituir su precedente implosión expresiva por el gesto coagulado. Todo un acierto.

CALIGRAFÍAS Y GESTOS

Caligrafías y gestos
Javier Hernando Carrasco (El Mundo - La Crónica de León 21-10-2001)
Hay en esta exposición una doble propuesta; casi estaría tentado a decir que hay dos exposiciones en una, que además se hallan instaladas en dos espacios independientes. La primera se inscribe en el territorio de la pintura más arrebatadamente gestual: manchas extendidas a lo largo y ancho de la superficie del lienzo, explosiones cromáticas que se desparraman, cubren o se concilian con manchas inferiores. Espacios de una cierta incontinencia expresiva, algo tristes por las entonaciones aplicadas. Estos repertorios encarnan sin duda ese ‘deterioro paulatino’ a que se refiere el artista en el título de la muestra. Obras que demandan casi siempre unos márgenes físicos más amplios, ya que las grandes superficies que permiten desarrollar generosamente el gesto, son algo consustancial a este tipo de poética. A pesar de ello las nubes cromáticas que recubren los espacios encuadrados dan una buena idea de las pretensiones de su autor: fijar simbólicamente ese proceso degenerativo que es condición insoslayable de la existencia vegetal, animal, humana, si bien con progresiva intensidad el hombre viene acentuando el ritmo del proceso.
La segunda parece el resultado de un giro o quizás de una evolución acelerada de la posición precedente. Así frente al dominio de la mancha, de la pintura-pintura, como alguien habría dicho hace veinte años, se impone el dibujo y la concepción unitaria de la composición se vuelve compartimentación. Es decir que tanto la estrategia ejecutoria (mancha, dibujo) como compositiva (gesto libérrimo y orden geométrico, respectivamente) han virado ciento ochenta grados.
En ambos casos el trabajo de Karlos Viuda se orienta hacia la tradición del expresionismo abstracto, de manera sucesiva al gesto cromático y al gesto sígnico. Un gesto este último, sistemático, que sin embargo es capaz de compatibilizar la espontaneidad con el rigor, de tal manera que cada signo parece concentrarse, como si buscase de antemano un lugar que contribuyese a articular la geometría del conjunto. Caligrafías a lo Henri Michaux que se ordenan sin perder su capacidad expresiva, que buscan de vez en cuando la fuga quedando atrapados a unos milímetros de la superficie. Entonces el implacable ritmo continuo se transforma en suave quebrantamiento. La lisura visual se convierte por mor de esos fragmentos de papel vegetal en rugosidad musical; una sensación magnificada en esas dos últimas obras en las que sobre un fondo negro flotan de nuevo, sustentadas por hilos metálicos enredados, pequeñas fracciones de papel, ahora ya despojados de cualquier intervención gráfica. Las caligrafías se han disuelto a favor de la expresión más simple y elegante del ritmo sonoro-espacial.

domingo, 3 de julio de 2011

VIUDA.Luis Artigue.

Si una persona imaginativa se pega un tiro en la sien y su cabeza queda al descubierto, ¿se verá dentro del suculento boquete lo mismo que si el tiro se lo infringe cualquier otra?


Algo así, como si el artista se hubiera propinado un tiro en la cabeza y hubieran salido a la luz sus obsesiones, sus misterios, sus paranoias existenciales y sus más divertidamente turbadores sueños ha sido visitar la última exposición del talentoso artista leonés Karlos Viuda (Casa de las Carnicerías, Plaza de San Martín).


Se trata de sesenta y seis dibujos hechos a bolígrafo con perfecticcionismo, casi virtuosismo, los cuales, además de por su trabajo de cinco años, sorprenden por su audaz lenguaje, los enigmáticos títulos y por la turbadora, exhuberante, imaginación: haberlos visto se parece a asistir al momento en que los miedos del autor se hacen reales.


Son inquietantes imágenes surrealistas sobre fondos que algo tienen de paisajismo onírico -algunas podrían definirse como un enmarañamiento freudiano, otras como una autoindagación con toques de comic, televisión, dibujos animados y cultura underground, otras son alegatos no exentos de lucidez y protesta, y los más reflejan cierto erotismo irónico depravadamente confesional- con gran capacidad de impacto visual. Son hallazgos ejecutados con laboriosa impiedad. Son pasotes plausibles. Son el posmoderno ciberpunk de un creador cuya inmarchitable juventud nos da aliento: una firma artística a descubrir en este a veces ingrato León... Karlos Viuda en efecto dibuja como el fotógrafo que retrata la bala que le va a quitar la vida.


Si establecemos una línea de influencias a lo que se ha dado en llamar surrealismo pictórico estas comenzarían quizá en los libros bíblicos de Ezequiel y el Apocalipsis, pasarían por los cuadros de El Bosco y la serie negra de Goya, el psicoanálisis de Freud y Lacan, y, en el caso de Karlos Viuda, se suman la poesía de Breton, Elluard y demás, y formalmente la obra de Oscar Domínguez, Dalí, Victor Brauner, Remedios Varo, Leonora Carrington y por ahí todo seguido... ¡Pero aderazado además con el espíritu del cine, los graffitis, la ciencia ficción y el terror de serie B!


Así el genuino y complejo mundo visual de esta exposición, aunque poseedor de la lógica brumosa de los sueños, no da la espalda a la realidad actual sino que la refleja esperpénticamente al tiempo que nos coloca ante su sinsentido, su ridiculez, y nos invita así a criticarla del modo más mordaz posible: riéndonos de ella.


Esto es lo que dibujaría Fray Angélico tras ver en la tele Los Simpson.


Esto es la hostia.





Diario de Leon. EL AULLIDO.02/07/2011.Luis Artigue

domingo, 8 de mayo de 2011

"SOY PARTIDARIO DE LA EXPRESIÓN SIMPLE DE IDEAS COMPLEJAS".Marcelino Cuevas

La luminosa buhardilla, de techos bajos y ligeramente inclinados, con luceras que permiten el paso de la luz sin paliativos y que en las noches sin nubes permiten contemplar las estrellas, está llena de elementos de trabajo: tableros de dibujo, aparadores repletos de libros de arte, mesas cubiertas de botes de pintura, brochas, pinceles y hasta un pequeño tórculo en el que el artista imprime artesanalmente sus grabados.
Y, claro está, sus paredes guardan celosamente dibujos y pinturas por todas partes, obras de diferentes épocas que reflejan su incesante trabajo. Viuda, jersey negro, gafas de montura mínima, antiguo reloj de cuerda (es coleccionista de viejas máquinas del tiempo), está dedicado plenamente a su trabajo. «Durante los últimos años he estado inmerso en una pintura matérica con la que he pretendido proporcionar una tercera dimensión a mis obras». Pero Viuda nos muestra también trabajos de su primera juventud, pinturas surrealistas de hace diez años en las que se refleja su admiración por El Bosco o Dalí. Dibujos fantásticos donde la imaginación puede con la seguridad del trazo. Grabados que nos hablan de su lenta evolución. Cuadros tridimensionales a los que incorpora los más extraños elementos.
Quemando etapas desesperadamente
Karlos Viuda trabaja por etapas, momentos que tienen claramente un principio y un final, «aunque -”dice-” todo es lo mismo, es como una gran carrera plástica con muchas paradas y en la que la meta está siempre muy lejos, tan lejos, que se pierde en el abismo del futuro».
Nos encontramos a l artista trabajado febrilmente en su pequeño tablero de dibujo, precisamente en una serie de dibujos realizados en su mayor parte con lápices de grafito y bolígrafos, que serán el cuerpo de una próxima exposición. «El dibujo -”comenta Viuda-” es esencial, en el arte todo parte de una línea que después se va complicando. Es interesante volver a los principios, al lapicero, a los grises y los negros sobre blanco, lo cual, sorprendentemente, me resulta muy gratificante».



Karlos Viuda no guarda las imágenes que inventa en su memoria, ni en la de su ordenador personal, su recordatorio es un pequeño cuaderno. «Este cuaderno -”dice-” me acompaña siempre. En cuanto tengo un momento de inactividad me pongo a dibujar en él. Aquí aparecen las ideas que luego se convertirán en dibujos o en cuadros, aunque el cuaderno en sí mismo tiene vida propia. En él reaparecen fragmentos de vidas anteriores, de cuando yo era un gran entusiasta del cómic (lo sigo siendo) y pretendía dibujar viñetas. Y aparecen, sobre todo, dibujos surrealistas que fueron protagonistas de mi trabajo en otro tiempo».
Efectivamente, las pequeñas páginas están plagadas de irónicas imágenes, de surrealistas personajes imaginarios y de los apuntes que luego se convertirán en los grandes cuadros del artista leonés. El cuaderno actual tiene dos años y quizá haya en él espacio para otros dos años de labor creativa, pero sería muy interesante que alguien se decidiera a publicarlo para que se descubrieran las múltiples facetas escondidas de este original artista.
Cuando la realidad se hace volátil



«Soy partidario de la expresión simple de pensamientos complejos», aseguraba a mediados del siglo pasado el pintor ruso Mark Rothko, paradójicamente uno de los pilares de la escuela pictórica de Nueva York y uno de los máximos representantes del movimiento American sublime . La obra del pintor leonés Karlos Viuda ha girado en algún momento en torno a las ideas y al minimalista expresionismo abstracto de este maestro.



Las abstracciones del pintor leonés tienen claras connotaciones con la naturaleza. «A mí me entusiasma contemplar los ríos al final de la primavera, cuando las grandes crecidas han dejado las orillas llenas de restos de árboles caídos, de residuos orgánicos abandonados a su suerte que se cobijan misteriosamente en los remansos del río. Me interesan profundamente los materiales de desecho, viejas chatarras, ramas y piedras corroídas por la erosión. Materiales que mirados a través de mi prisma personal, son auténticas y genuinas obras abstractas».
Una mente poliédrica



Si usted piensa que de Karlos Viuda se lo sabe todo, que sería capaz de conocer cualquiera de sus obras nada más verla, está muy equivocado. Viuda es poliédrico, cada vez que muestra al público su trabajo deja atrás sus ataduras con el pasado y comienza una nueva etapa en la que juega con otros elementos, pero siempre conservando sus esencias pictóricas.
Pero hay algo evidente, cada día el artista escapa un poco más de la fría superficie de la pared. Progresivamente va ganando centímetros al espacio. «Creo que en cualquier momento tendré que plantearme cambiar los pinceles por el cincel, o algo parecido». Efectivamente, de sus cuadros emergen unas formas milagrosas que pueden representar el caos o la gloria, pero que atacan sin misericordia la mirada del visitante. Comenta Karlos: «Tendré que contenerme un poco, porque de seguir así acabaré haciendo esculturas-¦ Y lo mío de verdad, lo que siento, es la pintura».
Estas obras de grandes relieves son todo un homenaje a lo que vive y muere, a los objetos encontrados en las orillas de los ríos o en las playas batidas por fuertes oleajes. Maderas pulidas por mil arenas, cortezas arañadas los animales salvajes, papeles recuperados de la historia-¦ El artista ha ido pensando sus obras mientras caminaba disfrutando de la naturaleza, de un entorno donde todo tiene que morir para que se realice el milagro de los nuevos nacimientos. Karlos Viuda procura que la germinación de la nueva vida se realice a través del arte, a través de su peculiar manera de entender la pintura. Y dentro de unos meses sabremos que de este momento no queda nada en la trayectoria de Viuda, que todo ha quedado resumido en unos poéticos garabatos en negro sobre blanco que seguramente nos contarán la misma historia de siempre, pero de otra manera.




Existen otras facetas interesantes de Viuda, por ejemplo su empleo de las texturas del papiro y de las cortezas de los árboles. Son estos dos elementos a los que en los últimos tiempos ha dado muchas vueltas y que han terminado convirtiéndose en auténticas pinturas en relieve que guarda como tesoros en delicadas cajas. La rugosidad y las calidades espectaculares de las viejas maderas y la delicadeza del papel, con el simple añadido de una línea roja, convierten estos elementos en obras estéticamente impecables, en pinturas sin pintura que son un homenaje a la botánica y a la mejor abstracción.
Volviendo a los orígenes
Hay también en su trabajo pinturas-¦ digamos tradicionales, con formatos pequeños y en las que el artista vuelve a jugar con las texturas en cuadros prácticamente monocromos que nos remiten a otros tiempos de su obra. «Algunas de mis vías de trabajo -”explica-” no han sido expuestas nunca al público, como es buena parte de mis dibujos. Ellos son para mí como un derrame, como una pavorosa diarrea creativa, en la que suelto todo de una manera descontrolada. Mi pintura va más a la síntesis, intento ser más certero. Lleva un proceso de trabajo muy lento pero casi siempre muy abigarrado, muy barroco, lleno de cosas que poco a poco se van haciendo más sencillas y que se van desmenuzando, desapareciendo hasta que emerge la realidad que busco. En los últimos tiempos he realizado exposiciones con muchísimo color que eran como una divertida fiesta. Ahora estoy en otro proceso porque empleo materiales que quiero que sean protagonistas, que no pasen desapercibidos. Quizá busco la serenidad empleando la sombra como elemento pictórico, intento que el mensaje sea solamente una sugerencia que capture al espectador».
Volviendo a lo primero, ¿cómo fueron sus comienzos en el arte? «Cuando era niño los juguetes más baratos eran un lápiz y un papel. Pero creo que mi interés por el arte lo suscitó en mí mi padre. Fue alguien que habitualmente me llevaba a ver exposiciones y me enseñó las bases del dibujo. El dibujo como juego infantil, como algo con lo que podía disfrutar cuando me aburría, y me ha marcado para siempre. Ese sigue siendo mi mayor hobby. Después estudié en la Escuela de Arte de León, hice Grabado, Técnicas de Estampación y Serigrafía Artística. Posteriormente realicé un curso de Litografía en Piedra y he tenido una formación que se debe al contacto con otros artistas y a ver arte, ver mucho arte».

martes, 13 de octubre de 2009

BUCEANDO EN LOS ABISMOS DE LA MENTE.Marcelino Cuevas


Karlos Viuda trabaja encorvado en la soledad de su luminosa buhardilla, con una brillante claraboya sobre su cabeza. Pero, además, sigue dibujando mientras se toma un café, en la sala de espera al dentista, cuando viaja en autobús… y cuando duerme. Karlos Viuda lleva siempre con él una pequeña libreta, en la que va dejando constancia de toda la actividad de su cerebro. Y es como si el artista habitará un mundo diferente, rodeado de seres fantásticos, de formas ignoradas, todo ello dibujado con la meticulosidad de un artesano medieval.
El artista, que presenta una nueva exposición en la Fundación Carriegos, ha querido mostrar de donde nacen las imágenes que después reflejará en sus obras. Documentar como rescata del laberinto de la mente sus personajes imposibles, sus figuras fantásticas. Por eso, en unas amplias vitrinas, enseña sus cuadernos secretos e, incluso, las carcomidas maderas que se encuentra en las orillas de los ríos, en casas abandonadas, o en los salones de los pasos perdidos (que es un nombre que no sé muy bien que significa, pero que personalmente me encanta). De ellos mana incesante la inspiración de Karlos Viuda que, posteriormente, traslada a sus obras de mayor tamaño.
Y una vez más, nos encontramos con que el artista ha evolucionado, manteniendo sus bases primigenias, eso sí, pero siguiendo el fluido incesante de una obra que se mantiene en continuo progreso. En esta ocasión las texturas del lienzo, de los lienzos, se convierten en atormentadas estructuras que pugnan por lanzarse al espacio, por volar hacia el infinito desde el sótano de la Casona de Carriegos.
Explica Karlos Viuda que ha intentado adaptar su trabajo a las posibilidades de la sala. “En la exposición pueden verse esas cosas que hacemos y que normalmente no mostramos nunca. Cuadernos de apuntes, obras que son un proceso de transición para otras más grandes”.
La muestra se titula Inmersión, y pretende venir “Desde el vacío en el que nos sumergimos en busca de la nada para resarcirnos de nuestra existencia”. Esta es la propuesta filosófica que el artista desarrolla magníficamente en su trabajo.
Y no queremos olvidarnos de comentar la vertiente irónica que siempre aparece en los trabajos de Karlos Viuda, y que encuentra su mejor escenario en esos maravillosos y meticulosos dibujos a lápiz que llenan cuadernos y cuadernos y que son básicos para conocer la realidad del artista.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

VIAJE A LO IMAGINARIO.Cristina Martinez Garcia

La obra de Karlos Viuda podría definirse como un viaje fantástico hacia lo evocador, que parte de un mundo terrenal más ligado o lo orgánico y que nos despega del suelo hacía lo cósmico, hacía lo etéreo. Partimos de un lugar donde solo existe lo mágico, lo monstruoso, que siempre guarda algo de ternura innata, sus dibujos relacionados con lo circense y con lo infantil son más propios de un tiempo de juguetes de madera y trapo. La ensoñación es entonces su tema central, unos recuerdos hechos garabatos llenos de melancolía, un bestiario personal es su fuente de inspiración, historias en blanco y negro como fotos desteñidas que cuentan viejos miedos, toscas fobias o desmemoriados recuerdos.
Del dibujo monocromo pasamos a lo constructivo, llegamos en nuestro viaje a los planetas donde ya no existe lo real, todo es lejano pero posible, un tiempo para descubrir, un espacio llenos de nebulosas y estrellas, de agujeros negros que atraen como una peonza que gira sin fin, mundos expresivos que hablan sin decir, que cuentan sin hablar.
Desde lo cósmico seguimos nuestro viaje hacía lo infinito, dejando atrás galaxias nos adentramos en mundos desconocidos, lugares donde el color explota frente al dibujo en negro, un “Big Bang” del alma donde prevalece la belleza de lo inmaterial. Todo es dominado por el color, la luz reflejada y la armonía del caos, todo encaja en un mundo sugerente donde solo existe la imaginación. No es posible que exista en la naturaleza algo más hermoso que aquello que se transforma. Y todo en su obra como en la naturaleza es renacer.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

KARLOS VIUDA, CRITICO Y HEDONISTA.DESEO Y MUERTE, LOS MOTORES DE SU VIDA.Cristina Pastrana.


“Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir y no dormir sin soñar. Descansar es empezar a morir”
Gregorio Marañón.
“Puede decirse del erotismo que es la provocación de la vida hasta la muerte”.
Bataille.


Con estas dos frases nos adentramos en el trabajo de un artista: Karlos Viuda, un hombre nihilista, escéptico, que afirma que no hay nada permanente, que todo cambia continuamente y que todo varía en relación con el sujeto. Su nihilismo moral nos recuerda a Nietzxche y su obra La voluntad de poder. El nihilismo de los espíritus fuertes pone punto final al defendido por la Europa cristiana que negaba los valores superiores de la fuerza, la espontaneidad, la superhombría, en beneficio de otros supuestos, tales como los de la equidad, la humildad, el historicismo…De igual manera, el artista pone en entredicho el valor de las normas establecidas como verdades incuestionables y reniega de esa actitud bastante común en nuestra sociedad de aceptar la vida tal y como viene porque “es así”. La banalidad, la sumisión, así como la renuncia al deseo en favor de las necesidades institucionalizadas o la obediencia no cuestionada nos empobrecen. “El pequeño hombrecito no sabe que es pequeño y tiene miedo de saberlo. Cubre su pequeñez y debilidad con fantasías de fuerza y grandeza- la fuerza y la grandeza de otros hombres-. Está orgulloso de sus grandes generales, pero no de sí mismo. Admira las ideas que no tuvo y no las que sí pensó. Cree mucho más en las cosas que no comprende, y no cree en la veracidad de las ideas que entiende más fácilmente”. Karlos Viuda cree en el hombre como un ser capaz de reflexionar y dirigir su vida sin la necesidad de que otros piensen y decidan por él.
La vida es una deuda contraída al nacer, diría Schopenhauer, que considera que toda existencia es un reflejo de ese impulso irracional e incesante de la voluntad. Toda la vida está plagada de sufrimientos y constituye una lucha que oscila entre el dolor y el deseo, la carencia y la necesidad. Muerte y deseo son los bastiones que dirigen el alma del artista, los motores de su vida. La voluntad del trabajo diario, así como la búsqueda incesante de algo nuevo y desconocido lo que le crea esa insatisfacción continua y al propio tiempo esa ansiedad en el momento de crear. Reconoce que el romper para crear come tiempo y dinero, pero sabe que es necesario si no quiers convertirte en un ser mediocre.
“Para mí todo gira alrededor del deseo y la muerte…esto es lo que me hace avanzar, buscar, experimentar, investigar. Son los dos motores de mi avión”
Desear es un constante en el ser humano. El deseo es ese motor que nos moviliza, nos dirige, nos coloca en situación de búsqueda. Llamamos deseo, según Locke, a ese malestar que provoca en el ser humano la experiencia de la ausencia, la carencia de algo cuya posesión actual se representa como un deleite, una satisfacción. El deseo constituye una invitación a salir de nosotros mismos para ponernos en contacto con lo ajeno y por tanto con nuestro límite y nuestra posibilidad de ser. El deseo nos arroja al mundo, nos expone a la angustia y a la esperanza. La angustia surge ante la posibilidad del fracaso. Entre lo que deseamos y la realización de lo mismo, existe una distancia que a veces resulta insalvable. Nada se colma plenamente. Ningún logro parece suficiente. Ningún éxito es completo. Ni mil besos sacian la necesidad de besar, porque la saciedad es fugaz y temporal y… nunca se da por cumplida. Son los artistas los que mejor dan fe de este fracaso, los que una y otra vez vuelven a crear sobre las mismas obsesiones. Siempre existe algo que no han podido plasmar en su obra.
“El erotismo es la provocación de la vida hasta la muerte”. Y es que la muerte y el deseo erótico nos desnudan, nos conducen de vuelta a la verdad. Erotismo, suerte, trasgresión y muerte constituyen un tablero de ajedrez en el que el ser humano permuta la cotidianidad por la continuidad en el universo. Debido a que somos humanos y vivimos con la perspectiva de la muerte bajo el brazo, es comprensible que nos refugiemos en la violencia desesperada del erotismo. Karlos Viuda es un provocador. Sus dibujos constituyen una provocación. Desvirga los principios inamovibles sobre los que se asienta el discurso del poder, el mismo discurso que delimita el campo de la moral y vulnera la capacidad de decisión del individuo.
Diestro en los secretos de la ilustración, el grabado, dibujo, diseño gráfico, nos muestra una pintura caracterizada por el hedonismo. Definida por el autor como vertiente experimental, pretende aunar lo industrial con lo orgánico, lo técnico con lo natural, lo racional con lo visceral, lo geométrico minimal con la mancha expresionista…Lo que prima es la estética, sin más fines. Su obra se basa en series de cuadros ligados entre sí por un hilo conductor. Exigente consigo mismo, selecciona minuciosamente su obra antes de cada exposición, eliminando aquellos fetos muertos que pueden paralizar el movimiento del conjunto de la misma. Observamos no una línea definida, pero sí un desgaste por el paso del tiempo, un gusto por lo roto, por la herrumbre.
“En el arte no es importante ser lógico, sino onírico”- nos dice el pintor. “No me interesa llegar con el concepto, sino con la estética” Piensa que el arte conceptual está desprestigiado. Según él, debe imperar el dominio técnico y el dominio conceptual, la frescura y la cabeza, la técnica y el corazón. Intuimos una influencia de los pintores del siglo XX en este sentido, macerada con gran sutiliza y sensibilidad.
“Somos trozos de los demás”, nos dice, con humildad, el pintor, que reconoce esa dicotomía en su personalidad y en su obra: el gusto por la estética en su pintura y el afán crítico reflejado en sus dibujos, los cuales le sirven a exorcizar sus sentimientos y mostrarlos como deposiciones artísticas, después de haberlos digerido a través de su mundo interior.
El hombre se vive a sí mismo y a los demás como cosas, como artículos de consumo. Siente la energía vital como un capital que debe ser invertido para que de ganancias y si las obtiene, triunfa. La evolución en la obra de Karlos Viuda se basa en crear y destruir. Existen varia facetas y muchos caminos. La única limitación es la cabeza del autor y el tiempo. Muchas veces tenemos un estereotipo de nosotros mismos que nos impide crecer y descubrir otros mundos. El conformismo nos limita. Se necesita de alguien que nos empuje a la piscina. Una vez con el agua al cuello, acuciados por el instinto de supervivencia, quizás luchemos por salir a flote.
Combatimos la desigualdad. La igualdad es la condición por la que nadie debe ser tratado como un medio, sino como un fin en sí mismo, independientemente de la raza, sexo, edad. Pero, desgraciadamente, el término se ha permutado por el de uniformidad. No nos atrevemos a ser diferentes porque tememos el rechazo ajeno. Tememos que nos señalen si nos reconocemos distintos y por consiguiente, evitamos mostrarnos como somos. El concepto humanista se ha visto deformado por nuestra cultura, para aludir al aspecto más inhumano y degradante: la uniformidad y por consiguiente la pérdida de la individualidad. Aún existen hombres que, como Karlos Viuda, luchan por rescatarla, por no ser parte de la masa, por ser selectivos con las personas que les rodean, por dar lo mejor de sí cada día y en cada momento, por asumir un compromiso diferente cada mañana con la vida, por no estancarse y amoldarse a lo convencional y conocido. “ Pobres son los que tienen la puerta cerrada”.
Las pasiones limitan tu capacidad de decisión. La gente fracasa en la vida al no ser consciente de ese momento en el que todavía es libre para actuar de acuerdo con la razón, pero no tiene conciencia de la elección, sino cuando es demasiado tarde para tomar una decisión. Nuestra existencia se ve condicionada y nos sentimos incapaces de dar marcha atrás. Karlos Viuda es un pintor que, como la vida, se abre camino. Equilibrado y racional, sabe que el arte es un oficio que hay que construir día a día. Sabe que las decisiones tienen un precio y que está en esto porque ha nacido para dibujar. Toda su existencia, como un diario, se refleja en sus dibujos. Necesita la calle y la soledad, la comunicación y el aislamiento, la estética y la crítica, pero sobre todo, necesita ser libre. Todo está en tela de juicio. No hay dogmas ni verdades establecidas, sino imposiciones interesadas por la sociedad para que ésta funcione como está previsto. Es un desobediente que se asoma a nuestras ventanas para recordarnos que aún no estamos muertos aunque actuemos como tal. Karlos Viuda es el artista que disecciona, lápiz en mano, la naturaleza humana, mostrando su crueldad, su egoísmo, la vanidad, la vulnerabilidad de sus principios, su hipocresía, su beneplácito con la violencia, la envidia, sus trasgresiones y sus derrotas. Aliña sus dibujos con sarcasmo, ironía y sutileza, evidenciando el poder del deseo.
El deseo nos pone en la posibilidad de ser en lugar de la esperanza. El deseo es el lugar del hombre, de su constitución, de su elección como ser libre. Las necesidades constituyen el rol social y las instituciones pretenden confundirnos identificando lo uno con lo otro para sus propios intereses.
La historia de la Humanidad es la forma en que ha logrado plasmar la tensión entre su deseo y sus necesidades. Tal vez el deseo sea el lugar idóneo desde el cual pensar y medir lo dado, lo institucionalizado, lo establecido, lo ético, de manera que sea evaluado como positivo en tanto permita el crecimiento del individuo y su libertad de ser.